Regateig

El regateo, tradición milenaria

En Marruecos, como en la mayoría de países árabes, el regateo forma parte de la vida cotidiana. Los intentos para establecer precios fijos fracasan frente a una tradición de siglos. Los árabes no conciben la compra-venta sin previa discusión sobre el producto, sus cualidades y su precio.

El regateo no se da sólo en los artículos para turistas, como podríamos suponer, sino que se extiende a casi todos los ámbitos de la vida diaria entre los mismos marroquíes. Se puede regatear desde un objeto de regalo hasta un producto alimenticio, pasando por las multas de tráfico, el precio de una reparación o la “propina” al policía de la aduana para que agilice los trámites fronterizos.

Pocos productos tienen un precio fijo y controlado. Entre los que lo tienen encontramos el pan, el té, la­ gasolina y unos cuantos productos básicos de alimentación. En algunas ocasiones, la subida de estos productos básicos ha originado revueltas populares (revueltas del pan en Túnez y Marruecos los años 1983 y1984).

El turista procedente de zonas donde el regateo no es habitual se halla desconcertado e intenta aprender el mecanismo del mismo. En algunas guías turísticas se aconseja “bajar el precio pedido a la mitad”, pero este consejo es inútil ante la astucia del vendedor, que a buen seguro conoce el consejo y puede llegar a multiplicar por diez el precio del producto ante un comprador que ofrecerá, pensando hacer una operación muy buena, la mitad de lo que el vendedor pide.

La técnica del buen vendedor

El buen vendedor sabe, con sólo ver al cliente, si éste tiene intención de comprar o simplemente pregunta para pasar el tiempo. Si el cliente se muestra interesado por un articulo que, supongamos, vale 30 dirham, el vendedor le puede llegar a pedir 300. El cliente puede tomar dos actitudes: entrar en el regateo porque le interesa el artículo o decir que es muy caro y no le interesa.

En el primer caso el futuro comprador entrará en el juego del regateo, porque ya está advertido de que hay que hacerlo, Pero ¿cuánto ofrecerá? Si se deja aconsejar por las guías turísticas o incluso por el sentido común puede creer que bajar a la mitad es un precio razonable, ofreciendo por el producto 150 o 200. Sea cual sea el resultado final, este será claramente beneficioso para el vendedor.

Si el cliente no muestra intención de comprar, el vendedor insistirá para que diga un precio, aunque sea muy pequeño y ridículo. Es fácil caer en este razonamiento: “si me pide 300, ofrezco 30 para que el vendedor no insista más y así me pueda ir”. Como en Marruecos la palabra sirve para sellar un trato, basta con que el comprador diga 30 para que el producto le sea adjudicado. Aún así el vendedor intentará subir de los 30 dirham pero sabiendo que por lo menos lo tiene vendido en este precio.

Regateo en el restaurante

También es conveniente, antes de sentarse en un restaurante, sobre todo en los más modestos que carecen de tarifa de precios, preguntar el precio de la comida. En algunos casos nos pueden mostrar una carta de precios. Lo que el cliente no sabe es que puede haber hasta cuatro cartas distintas; una para la gente del país, otra para turistas “pobres” (españoles, portugueses…), una tercera para estos mismos turistas cuando van acompañados por un guía, y otra lista para turistas “ricos” (alemanes, norteamericanos, suizos…).

En los últimos años las autoridades locales luchan por establecer la obligatoriedad del precio fijo, multando a los comerciantes que no lo muestren. La respuesta, por parte de los vendedores, ha sido unánime: marcar los productos con precios fijos muy elevados, que en el mejor de los casos siempre son negociables, Para el marroquí el regateo es una tradición cultural sin la cual no conciben la venta. Es una forma de entablar diálogo con el comprador y analizar en que forma éste valora el producto ofrecido. Esto tiene sentido sobre todo cuando se trata de productos de artesanía, en los cuales es difícil establecer un precio exacto.

¿Hay una técnica para el regateo?

En el arte del regateo no hay normas ni técnicas precisas. Es un juego de habilidad que se establece entre dos personas, en el cual por norma general el vendedor es mucho más experto y conoce mejor las reglas que el comprador. Lo único válido pueden ser unas orientaciones generales.

En primer lugar, para hacer una buena compra no hay que tener prisa. Los mismos marroquíes repiten­ continuamente el refrán “quien tiene prisa ya está muerto”. Tomando las cosas con esta filosofía, lo correcto es entrar en una tienda sin mostrarse apresurado, dejarse invitar a un té y, tranquilamente, mirar el producto e intentar llegar a un acuerdo. Si además mostramos poco interés por lo que nos pueda interesar, pues mejor. Si no llegamos a ningún trato, no hay que tener ningún reparo en marcharse. La invitación al té, aunque sea en una tienda, obedece más a la hospitalidad marroquí que al interés comercial.

Cuanto más caro sea el producto que nos interesa, más tiempo habrá que dedicar al regateo. Podemos pasar una tarde de tienda en tienda, tomando té, hablando con los vendedores e incluso haciendo entre ellos buenos amigos, haya compra o no la haya. “El dinero se va, pero la amistad queda” es otro refrán muy apreciado por los marroquíes. Al final nos haremos una idea más o menos aproximada de por cuanto podemos conseguir el producto. Si el precio nos parece razonable, acabaremos comprando.

Una última recomendación: una vez comprado algo, es mejor no caer en la tentación de seguir preguntando el precio en otras tiendas “por curiosidad”, pues algunas veces se pueden tener sorpresas desagradables. Si tenemos un articulo que nos gusta y hemos pagado por él un precio que consideramos razonable, lo mejor es guardarlo en la maleta y olvidarlo hasta que lleguemos a casa.